Sr. Cardenal
Jorge Urosa Sabino
Príncipe de la Iglesia Romana
Distinguido Cardenal
Con justificada alarma, oso dirigirme a usted, para recordarle la
responsabilidad que pesa sobre usted como orientador espiritual, que no
como operador político; y que debe usted mantener una serena y sabia
imparcialidad entre pecadores y santos; como asimismo, entre
revolucionarios y contrarrevolucionarios, entre pacíficos y violentos, y
entre incrédulos y creyentes.
Si fuera usted profeta, y cumpliendo un mandato divino reprendiera al
gobernante sobre alguna conducta licenciosa, lasciva, o traidora; como
valientemente lo hizo el más grande profeta, Juan el Bautista, con el
gobernante que debido a ello, lo decapitó, podría merecer usted algo de
los galardones del Bautista.
Pero no, no ha sido usted puntual, directo y valiente como Juan, quien
se plantó delante y le gritó: ¡No te es lícito tenerla! Refiriéndose a
que aquel gobernante convivía con la mujer de su hermano.
Pero usted no, cardenal; y aunque intenta ser diplomático en sus
expresiones, no puede esconder su parcialidad hacia una tendencia
sociopolítica, que lamentablemente, es aquella minoría que preferiría el
suicidio antes que compartir algunos de sus muchos privilegios, con las
grandes mayorías desposeídas; las mismas mayorías vencedoras en casi
todas las batallas electorales, que apoyan el proceso de
transformaciones positivas que se están dando en Venezuela con
proyección mundial.
Mi máxima alarma se activó, cuando sin ningún miramiento, en pleno acto
litúrgico, se colocó usted al lado de la insidia mediática y del
comercio licorero, al oponerse en pleno sermón, a la sana intención del
gobierno, de evitar accidentes de tránsito, riñas, y muertes, causadas
por influencia alcohólica.
Pues, eso fue lo que me constriñó a escribirle, para reconvenirlo en el
nombre de Dios Todo Poderoso, a quien pido clemencia para usted y los
otros prelados, quienes parecieran no aceptar que la voz del pueblo es
voz de Dios, cuya voluntad es que los pueblos sean libres, y escogió a
Venezuela como cabeza y guía de naciones, porque fue concebido así desde
el principio; y a Hugo Chávez como líder mundial, para establecer en la
tierra un Nuevo Orden de Vida, que se inicio con la segunda
independencia de Venezuela, que se encuentra hoy en día en etapa de
consolidación. Le revelo estas cosas que ni a Chávez le he podido decir,
y se lo digo a usted con la esperanza que dejen la rebeldía contra la
voluntad del que todo lo puede.
Si me acepta un consejo se lo daré cardenal: Tenga paciencia, que mucho
la he tenido yo, siervo de siervos, de señores y siervos, rompedor de
hechizos y con muchos que romper; todos los años que llevo detrás de
Chávez, para alertarlo sobre cosas que no debe decir todavía, y
orientarlo sobre lo que debe hacer mejor; y sin embargo, esperaré cuanto
tenga que esperar, y alabo al Todo Poderoso, por el don de la paciencia
infinita.
Bueno compatriota cardenal, sólo me resta pedir a nuestro padre común
Dios Todo Poderoso, que ilumine su mente, y le de el valor para
enfrentarse a los verdaderos enemigos del progreso verdadero, que es el
progreso común. Sepa que la mente de los pueblos se ha abierto,
entendiendo que todo fue hecho perfecto y en cantidad exacta y
suficiente, para que nada faltase a ninguno de los seres de la
creación, y que, en consecuencia todos somos dueños de todo y todo nos
pertenece a todos por igual. Eso es lo que esta ocurriendo, y eso no se
puede atacar.
Salud, Cardenal.
Atte. Virgilio Jiménez
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